Con delantal y a lo loco

Vivimos tiempos convulsos.

No sabemos diferenciar «haber» de «a ver», pero sabemos lo que significa Black Friday, Halloween o Thanksgiving.

No sabemos lo que significó el muro de Berlín, pero tenemos vocación de Youtuber, o mejor aún, de influencer (que es claramente una versión remasterizada del «Mamá, quiero ser artista» de nuestra Velasco).

No tenemos claro si debemos usar «ahí», «hay» o «ay» pero usamos con frecuencia gym, crossfit, cakepop, holidays, spoiler o podcast.

El lenguaje y la cultura americana nos invade. ¡NOS INVADE, MALDITA SEA! (me encanta esta expresión que sólo existe en los subtítulos).

Y del abandono absoluto de los símbolos «¿» y «¡» ya ni hablo, porque parece que nunca han existido y sólo sabemos escribir con cinco signos exclamativos de cierre sin ninguno de apertura. Estamos locos o qué???!!!! (me han salido siete, sorry, era por emphasize).

Que sí, que ya sé que esto no es nuevo. Que Disney nos comió la cabeza hace ya muchos años y Coca Cola y las hamburguesas se adueñaron de nuestras arterias y nuestros colesteroles mientras E.T. nos robaba el corazón. Pero es que las new generations ya no hablan ni castellano, ni siquiera spanglish, ¡hablan chonglish!

Por ello, yo seguiré con mi guerra particular. Mi cruzada imposible y mi bandera en alto contra los anglicismos y los chonglicismos.

Hoy traigo una receta de unas drop-dead galletas que Oh my God! (¡uy!) esto… My friend Biscayenne, digo… mi amiga Ana Vega hizo esta super recipe para El comidista de unas American chocolate chip cookies que son amazing. Yo la he modificado ligeramente, en base a gustos personales y falta de algún ingrediente, ya sabéis, para darles my personal touch, pero su receta y sus explicaciones siempre son the best from the best.

Venga, condelantantalers míos, poneros el apron… and may the best woman WIN!

Ingredientes:

• 250 g de harina de trigo
• 1 cucharadita de bicarbonato sódico
• 1 cucharadita levadura química (estilo Royal)
• 1 cucharadita de sal
• 150 g de mantequilla a temperatura ambiente
• 200 g de azúcar moreno
• 1 cucharadita de extracto de vainilla
• 2 huevos medianos (de gallinitas criadas en libertad, por favor)
• 200 g de chocolate en trozos pequeños (vaaaaale, puedes usar pepitas de chocolate compradas)

Elaboración:

¡AVISO! Lo ideal es que esta masa repose en la nevera 24 horas. Es decir, que un día haces la masa y al día siguiente horneas las galletas. Si eres una víctima de la vida moderna y vives contrarreloj, puedes hacerlo todo de una vez, pero el resultado es mejor si la masa reposa.

En primer lugar, si has decidido usar una tableta de chocolate, coge un cuchillo grande y pícala en trocitos pequeños. No te preocupes proque los trozos no sean del mismo tamaño, es parte de la gracia de no usar pepitas ya compradas.

En un bol, tamiza la harina con la sal, el bicarbonato y la levadura.

En otro bol grande, bate la mantequilla con el azúcar, dándole brío (idealmente con varillas eléctricas), hasta conseguir una crema esponjosa. Añade la vainilla y los huevos, batiendo otra vez bien hasta obtener una masa homogénea.

Agrega la mezcla de ingredientes secos tamizados (harina, sal, bicarbonato y levadura) y mezcla con una cuchara o espátula hasta que esté todo integrado. Añade los trocitos de chocolate (o pepitas) repartiéndolos por toda la mezcla.

Tapa el reciente y mételo en la nevera durante 24 horas.

Pasado ese tiempo, enciende el horno y ponlo a calentar a 180 ºC, calor arriba y abajo. Coloca una lámina de papel de horno o de silicona sobre la bandeja y lávate las manos porque vamos a manosear la masa.

Saca la masa de la nevera y con la ayuda de una cuchara vete cogiendo porciones para hacer con las manos bolas de unos 3-4 cm de diámetro. Vete colocando las bolas sobre el papel de la bandeja, bien separadas entre sí para que luego no se nos peguen, y aplástalas con la palma de la mano. Esto te va a retrotraer a tu más tierna infancia cuando jugabas con la plastilina, no pasa nada.

Si quieres unas galletas gorditas y más «chiclosas» no aplastes mucho las bolas. Si las prefieres grandes, finas y crujientes, aplástalas mucho y déjalas finitas. A gusto del consumidor.

Introduce la bandeja en el horno y déjala cocer durante 10-12 minutos aproximadamente o hasta que las galletas hayan adquirido su forma final y un ligero tono dorado.

Cuando las galletas estén doraditas y la cocina huela a gloria, saca la bandeja del horno y deja enfriar las galletas sobre la bandeja. Recién horneadas están muy blandas y es fácil romperlas así que espera unos minutos antes de sacarlas a una rejilla.

Con la masa que te ha sobrado puedes hacer más galletas en el momento o bien guardarla en la nevera para el día siguiente (o en el congelador para la semana siguiente).

¡Qué aproveche!